top of page

Cap4. La torre de hechicería

La gran avenida de la ciudad de Nueva Arcania estaba especialmente abarrotada aquella mañana de primavera. Todo tipo de mercaderes y compradores intercambiaban sus productos entre el ir y venir de la muchedumbre. Daego, quien caminaba junto a su tío Rayzzen, parecía estar inquieto. Miraba aquí y allá, se detenía y avanzaba de nuevo. Seguía el caminar de un guerrero y después daba media vuelta para caminar de espaldas. Hasta que su tío le daba media vuelta y le encomiaba que caminara como las personas normales.


-¿Qué es lo que buscas con tanto ahínco y no terminas de encontrar? -preguntó un irritado Rayzzen, al cabo de un rato.


-Tío… ¿en esta ciudad hay elfos? -fue la flamante respuesta de su sobrino el cual iba camino de un cajón de madera para ganar altura y poder observar mejor el gentío.


-Sí… quieto, ¡Alto! -le gritó mientras saltaba sobre él para agarrarle la camisa- ¡Por el amor de la Luz!, ¿Qué pasa ahora con los elfos?


-Bueno… nunca he visto un elfo y me haría mucha ilusión ver uno. -exclamó Daego radiante.


-Acabas de ver un elfo picto. -le rectificó Rayzzen mientras volvían a emprender camino, asegurándose que su sobrino estaba firmemente sujeto.


-Ya… ¡Y son una pasada! -dijo éste con una amplia sonrisa- Pero yo me refería a los otros elfos. El maestro Kyôshi me enseñó mucho sobre ellos… son altos y esbeltos, de largos cabellos y orejas puntiagudas… ¡Se dice de ellos que incluso convivieron con las mitologías antiguas!, ¡WOOAA!, ¡Qué pasada!


-Bueno no sé yo si eso es así del todo. -comentó Rayzzen riendo entre dientes- Lo cierto es que son un pueblo… no tan diferente al humano. Piensa que las lecturas de isla Kaumi son tendentes a idealizar mucho al resto de razas.


-Pues yo leí que los elfos fundaron Arcania. -replicó Daego a su vez- Alzaron un templo en mitad del mar y se accedía a él a través de una pasarela de… ¡mil metros de largo! Y flotaba en el aire gracias a la magia élfica.


-Hum… el gran templo de Hydros. -repuso su tío mientras se detenía en la fachada de uno de los palacetes de la avenida. Sacó entonces una cantimplora y se la ofreció a su sobrino, que se veía acalorado. Lo cierto era que estaba haciendo un día extrañamente caluroso para tratarse de primavera- ¿recuerdas las ruinas que vimos desde el barco?


-Gracias. -contestó Daego tras dar un largo trago de agua- Sí recuerdo las ruinas.


-Ese era el gran templo de Hydros. -comentó Rayzzen echándose un poco de agua en el cuello- O al menos lo fue antes de la destrucción de Arcania.


-¿Por qué no lo reconstruyeron sus sacerdotes? -preguntó su sobrino con interés creciente.


-Se perdió el conocimiento. -contestó Rayzzen gesticulando con teatralidad- Arcania fue arrasada… ¡Por una titánica bestia de las profundidades!


-¡Increíble! -Daego se llevó las manos a la cabeza.


-La ciudad actual fue reconstruida por humanos. -continuó explicando Rayzzen- Se podría decir que en parte…


De golpe, una puerta se abrió a escasos metros de dónde se apoyaba Rayzzen, interrumpiéndole. De ella salió un hombre que portaba una capa carmesí con capucha. Detrás suyo aparecieron una veintena más, todos ataviados con la misma capa.


-Disculpen. -musitó mirando de reojo a Rayzzen. Era un hombre entrado en años, con el cabello corto y cano. Pero lo que más llamaba la atención eran sus ojos, de un rojo intenso.


-Buenos días tengan. -saludó éste con la mano.


El que parecía el líder asintió con la cabeza y avanzó con paso enérgico. El resto le siguieron en fila de a dos.


-¿Son magos? -comentó Daego con la boca abierta.


-Tenían pinta, ¿verdad? -contestó Rayzzen riendo con ganas- Será mejor que nos pongamos en marcha.


-Sí. -asintió su sobrino arrancando a andar entre la multitud- Antes creo que te has quedado a medias…


-Oh, sí. -respondió su tío detrás suyo- Lo que quería decir es que los elfos aún recuerdan bien el incidente… ¡aunque haya pasado más de quinientos años! No les gusta la ciudad… demasiadas pérdidas. Por eso dudo que veas muchos elfos por aquí.


-Pues vaya… -musitó Daego decaído.


Rayzzen y Daego continuaron su viaje a través de la ciudad de Nueva Arcania. Cuanto más avanzaban más esbeltos se veían los edificios y más impresionantes los palacetes. Algunos de ellos con guardias personales que protegían sus accesos. Cúpulas de cristal adornaban los tejados. Otros tenían altas y afiladas agujas de oro rematando minaretes y otras arquitecturas que a Daego se le antojaban extrañas.


La gran avenida principal dio súbitamente a una zona ajardinada, con árboles florales, estanques y fuentes aquí y allá. Pero lo más impresionante era la edificación central. Una magnífica torre, de sección poligonal, que se alzaba orgullosa sobre el cielo Arcano.


Era alta, muy alta. Sus paredes estaban hechas con piedra blanca, perfecta. En su cima se podía ver una bóveda de cristal con múltiples facetas.


De su cuerpo central emergían diversas escaleras que ascendían helicoidalmente en torno a ella hasta dar a otras torres de menor tamaño. Cada una de éstas estaban rematadas con tejados de pico, de colores cromáticos diferentes.


-¡Increíble! -exclamó Daego con los ojos abiertos como platos- ¿Qué es este edificio?


-Ésta es la majestuosa torre de alta hechicería de Nueva Arcania. -explicó Rayzzen abriendo los brazos a lado y lado- ¡El orgullo de la ciudad! Cientos de magos de todo el mundo vienen aquí para recibir su formación. Se comenta que rivaliza con el Torreón de Sheiva en cuánto a cátedra mágica… hum… ¿Daego?


Rayzzen se había quedado solo de nuevo. Su sobrino había salido corriendo y ahora mismo se encontraba en lo alto de una fuente de agua. Ésta se encontraba a pocos metros del acceso principal de la torre de magia y ofrecía unas excelentes vistas desde su altura.


-¡Daego! -vociferó el paladín a su díscolo pariente. Daego, por su parte, hacía cabriolas para mantener el equilibrio sobre la fuente con forma de gigantesca ánfora, que no paraba de expulsar agua hacía un pequeño estanque circular.


Avanzó con paso firme, dispuesto a darle una buena paliza. Echó mano a su cintura, dónde reposaba su arma de paladín Werion, látigo de luz. Pero al llegar a la fuente vio algo que desvió su atención. Un hombre con capa roja con capucha. Estaba de cuclillas en el suelo murmurando algo.


Lentamente se puso en pie mientras se retiraba la capa. Luego se quitó un anillo que llevaba puesto y lo arrojó al suelo. Tiró con fuerza de una cadena de oro que llevaba colgada y también la lanzó al suelo. A Rayzzen le alarmó la actitud de aquel hombre y fue a preguntar.


-¿Se encuentra bien…? -le preguntó con su habitual sonrisa. Pero cuando el hombre se volvió para mirarle se quedó petrificado.


Sus ojos se habían vuelto dos ascuas candentes. Su piel estaba ennegrecida, resquebrajada y de las grietas surgían vetas rojizas, cómo magma ardiente. Sus ojos se abrieron, pues dio la impresión de haber reconocido a Rayzzen. Luego, simplemente sonrió.


-¡CUERPO ÍGNEO! -vociferó provocando una fuerte explosión de llamas.

Entradas recientes

Ver todo

Cap5. Fuego y Luz

Una deflagración envolvió el cuerpo del mago de fuego. Rayzzen saltó al suelo y rodó para esquivar las llamas. A Daego le agarró...

Cap3. Ultreia

La orden de paladines de la Luz es una ancestral organización. Arniel, el primer paladín, dio su vida para proteger al mundo del primer...

Cap2. Nueva Arcania

-¡WAAAAOOO!, ¡tío ya hemos llegado!, ¡Tío!, ¡Tío Rayzzen!, ¡Es Nueva Arcania! -exclamó el joven Daego. El barco dónde navegaban desde...

Comments


Envíame un mensaje y dime lo que piensas

¡Gracias por tu mensaje!

© 2035 Creado por Tren de ideas con Wix.com

bottom of page